viernes, 13 de octubre de 2017

Sitges 2017: Día 8

Día de recuperar películas tras el descansito de ayer, ya no queda nada y hay que apurar las horas de sueño e intentar ver todas las películas que se pueda antes de que esto se acabe, recuperar todo lo que se ha ido quedando atrás y que no se escape nada de los últimos días.
Para empezar la mañana la ópera primera de Paul Urkijo, que ya había llamado mi atención por su gusto y capacidad por el género fantástico en su corto El bosque negro. Para llevar adelante Errementari Urkijo ha contado con la producción de Alex de la Iglesia con el que ya ha trabajado como ayudante de dirección, sin embargo el joven director vasco ha conseguido mantener su personalidad en la cinta.
El film es una adaptación libre del cuento popular vasco Patxi Errementería de 1903, de hecho ha sido rodado en euskera antiguo, que cuenta la historia de un herrero capaz de engañar al diablo pero que tendrá que saldar cuentas pendientes con él.
Tal vez sea mi ilusión ante una nueva cara que decide apostar por el fantástico, pero prefiero ver esta película como un debut lleno de posibilidades que como un film repleto de errores de novato, aunque las dos cosas son igual de ciertas. Si nos centramos en lo negativo es cierto que el film tiene un ritmo muy irregular y sobre todo una dirección de actores más que floja que se nota especialmente en los niños, estando bastante mal casi todos ellos, mientras que entre los adultos algunos salvan la papeleta por puro oficio. Sin embargo prefiero subrayar la imaginación, el buen ojo y el gusto de Urkijo para rodar fantástico y la acertadísima utilización de una historia basada en el folclore vasco, demostrando que en nuestro país tenemos mucho que contar y de muchas formas distintas. El principal problema es que la película mejoraría mucho si abrazara la serie B sin rubor y no se tomara tan en serio a sí misma, de hecho los momentos de humor y más desenfadados son los mejores de la película, pero no seré yo quién vaya a criticar una apuesta de este tipo en España, solo esperar que aprenda tanto de lo bueno como de lo malo.


La animación es uno de los formatos que permite más libertad y creatividad a sus autores, es por ello que nos podemos encontrar con maravillas como Mutafukaz. La unión de dos directores como Shoujirou Nishimi y Gillaume Renard hace que este film sea una absoluta maravilla, una mezcla imposible de géneros, estilos y referencias, tan pronto nos encontramos en un videojuego noventero de plataformas como nos pasamos al anime, de repente aparecen luchadores mexicanos de lucha libre, los protagonistas aparecen en plena escena de GTA, las referencias a Ciudad de Dios son evidentísimas, del anime pasamos al cómic americano de superheroes y de ahí a la animación europea, en Mutafukaz todo vale. La película no para de dar saltos y piruetas estilísticas y argumentales y por muy raro que parezca siempre sale bien. Bendita locura este crisol y mezcla de culturas, influencias y géneros, porque cuando acaba la película lo único que quieres es continuar en ese universo, ya sea a través de cómics, videojuegos, películas o series, todo vale, pero tú no te quieres ir de Dark Meat City. Película imprescindible dentro de esta edición del festival de Sitges.


Y hoy descanso para comer aprovechado para visitar las exposiciones que ofrece en festival, en esta ocasión una sobre ilustraciones sobre Lovecraft en el Palau de Miracell y otra sobre la historia del festival en Miramar, muy recomendables ambas.

En la tercera película llegó la decepción que tiene que llegar cada día, la verdad que no tenía demasiadas referencias sobre Indiana más allá que se trataba de la película basada en un grupo real llamado The Spiritual Doctors que se dedica a ayudar a gente con problemas paranormales, cual Iker y Carmen los dos protagonistas van de engañifa en engañifa intentado que sus creencias no se vengan abajo, a la vez que en otra historia cruzada un hombre mata a otro sin que sepamos el motivo. Si los protagonistas son la homeopatía de lo paranormal el film es el sedante de la platea porque es plomiza y tediosa, con un ritmo y una tramas inexistentes, pocas películas me han aburrido así no solo en este Sitges, si no desde hace mucho tiempo, va directo al furgón de cola de lo peor de este año, huid de ella insensatos.


Caniba llegaba prometiendo emociones fuertes, y es que la historia de un caníbal que tras ser puesto en libertad por ser declarado mentalmente incapaz vuelve a Japón expresando que continúa su deseo de comer carne era un tema jugoso (chistaco), sin embargo creo que nadie en la sala estaba preparado para lo que íbamos a ver.
El documental desde el comienzo adopta un formato en el que trata de poner nervioso al espectador a través de su estética y narrativa, un primerísimo primer plano sobre el rostro del protagonista y una entrevista de su hermano (el cual descubrimos que está casi igual de loco) que se alarga en preguntas intrascendentes y silencios eternos. Esta primera fase con un plano fijo de unos cinco minutos ya pone la paciencia del espectador a prueba, pero los que hemos conseguido aguantar nos hemos llevado el premio gordo con lluvias doradas, auto torturas, eyaculaciones y mangas detallando como el caníbal se comió a su víctima.
El film no busca humanizar a la bestia, ni siquiera entenderla, tan solo observa como se comportan unas mentes enfermas, la experiencia es tan extrema que las deserciones durante su proyección han sido constantes, particularmente a ratos me ha aburrido soberanamente, otras me ha interesado, por momentos ha estado a punto de narcotizarme y en más de una ocasión me ha indignado. El final con el público coreando una canción de humor ciertamente irónico ha sido el colofón perfecto, no tengo ni idea de que diría sobre este documental, solo que ha sido toda una experiencia.


Y para acabar el largo día tocaba Killing Ground, film que demuestra por enésima vez que si te vas a algún lugar solitario en Australia lo tienes jodido. Con una interesante mezcla entre thriller, survivor e incluso su puntito de Revenge la película sigue a una pareja de novios que se va a pasar el fin de año de acampada junto a una cascada y se encuentra otra tienda de campaña completamente vacía y un niño solo deambulando por el bosque. A partir de ahí Killing Ground utiliza una narrativa cronológica con un punto de originalidad aunque su desarrollo es algo previsible, sin embargo eso no es óbice para que la solidez de su dirección y sus actuaciones nos dejen un producto muy apreciable, especialmente en un festival en el que el género se ha dejado ver poquito, no es una película que te vaya a dejar un recuerdo imborrable en la memoria pero su tensión y contundencia hace que sea de lo más disfrutable.


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