sábado, 8 de octubre de 2016

Sitges 2016: Día 1

Tercer año en Sitges y esto ya comienza a convertirse en una tradición, y los más avispados quizás os hayáis dado cuenta ya de un detalle, de un pequeño cambio, y es que por primer año el subtitulo las mañanas no acompañara a estas entradas. Si, por fin acreditado, lo que provocará menos paseos, menos playa, más películas y menos tiempo para dormir, pero evidentemente muy contento por ello.


Y como todo, estar acreditado tiene sus ventajas e inconvenientes, entre estos últimos el baile mañanero de las reservas, ya se lo había oído a algún compañero pero hasta que no vives por ti mismo el madrugón y la tensión del F5 no sabes lo que es, pero bueno de eso habrá más tiempo de hablar mañana.

Como había que empezar con fuerza, primer día y primer maratón de seis películas y un documental. La mañana comenzaba con Inside, el remake de Miguel Ángel Vivas de la aclamadísima cinta francesa À l'intérieur.
Cuando decides tocar una de las grandes obras del terror de éste siglo tienes que estar muy seguro de lo que haces, y es que la película de Maury y Bustillo tienen una legión de seguidores que no creo que reciban este remake de demasiado buen grado.
Miguel Ángel Vivas (Extinction) a pesar de copiar premisa punto por punto y calcar algunas escenas, intenta otorgarle su propio estilo, pasando del terror gore a la tensión y el thriller.
El problema es que al despojar al film de toda su garra y mala baba le quita también su esencia, quedándose en un home invasion de lo más genérico que acaba aburriendo por su simpleza. Ni siquiera los pequeños giros de guión que se introducen respecto a la versión original consiguen salvarse de la quema.
Tal vez los que no conozcan el original y la vean sin prejuicios puedan disfrutarla algo más, aunque lo dudo bastante.



Seguíamos la mañana con producto patrio y la esperada Proyecto Lázaro de Mateo Gil, guionista de Alejandro Amenabar en sus inicios y que tras su debut en Nadie conoce a nadie ha llevado un camino algo dubitativo en su paso a la dirección. Con Proyecto Lázaro, Gil desembarca en la ciencia ficción aunque lo hace a través de una aproximación más dramática que aventurera.
La historia de Marc, un hombre que diagnosticado de cancer decide crionizarse para que le revivan años después es uno de esos films que invita a la reflexión sobre los dilemas morales del hombre y la ciencia. Con una factura técnica bastante cuidada y unas notables interpretaciones ha habido parte del público a la que se le ha hecho algo lenta por su tendencia a la retórica, particularmente me ha interesado mucho todo lo que propone y como lo hace, aunque reconozco que la película peca de ser algo fría y no finalizar su historia de un modo redondo.


Con Train to Busan llegaba uno de los platos fuertes de este año y es que la película surcoreana veía precedida de un enorme éxito de público en su país y muy buenas opiniones sobre ella.
Y una vez vista no puedo hacer que deje de crecer el hype, porque si, estamos ante una de las mejores películas de zombis de los últimos años, repleta de tensión, acción y adrenalina por todas partes. Utilizando a la perfección un escenario tan a priori complicado como un tren pero que ofrece muchas más posibilidades de lo que parece, como ya nos enseñó Snowpiercer y recogiendo alguna idea visual de Guerra Mundial Z. A pesar de ello Train to Busan se distingue de otras películas por sus particulares reglas del juego con los zombis (que es mejor no desvelar) que dan lugar a curiosas y adrenalinicas escenas y sobre todo porque se juega el todo por el todo por la acción y acierta de pleno, no ha llegado a ser el I am a Hero de este año pero casi. En su contra un final un pelin alargado de más y demasiado edulcorado respecto al resto del tono del film lo que produce cierta sensación de extrañeza para acabar, pero aún así es un divertimento de primera.


Tocaba acelerar hacia Retiro y es que en Sitges a veces los horarios cuadran dificilmente, tras la carrerita conseguí llegar en el último minuto, aunque visto lo visto quizás hubiera sido mejor dedicarse a descansar.
Intimate Enemies, es esa clase de película que intenta ser tan loca y molona que acaba siendo ridícula e incluso patética. Tirando de referencias y haciendo una extraña mezcla de estilos entre Guy Ritchie y Stephen Chow, la película naufraga estrepitosamente al ofrecer unos personajes tan estúpidos como pasados de rosca de manera innecesaria, que nunca llegan acercarse lo más mínimo a hacer gracia y que además ofrecen un "espectáculo de acción" de lo más pobre. Rizando el rizo con su toque gore final que no viene a cuento y su última escena pretendiendo provocar risas y consiguiendo llegar a la vergüenza ajena. Lo dicho, algunas películas tienen chispa y otras habría que quemarlas con butano como esta.


A continuación tocaba doblete con un director tan peculiar como Sion Sono, capaz de lo mejor y de lo peor.

The Sion Sono, es un documental que intenta descifrar a un personaje indescifrable. Las cámaras siguen durante el rodaje de la película The Whispering Star al director japonés. Si las declaraciones de familiares y amigos ya colocan a Sono como un personaje bastante aficionado a la bebida y con un carácter un tanto peculiar, el comportamiento del propio director no hace otra cosa que confirmarlo. Un genio que como tal, tiene sus claroscuros y tal cantidad de ideas en su cabeza que no puede hacer otra cosa que darles salida de un modo u otro. Ya lo dice en un momento del documental, algunos directores se centran en la calidad, él lo hace en la cantidad, plasmando todas sus ideas esperando que entre ellas haya alguna buena. Lo dicho, genio y figura. Documental más que interesante para los seguidores del director nipón.


Precisamente The Whispering Star, la película cuyo rodaje podemos ver en el documental anterior era la elegida para el doble programa de Sion Sono.
Y aunque parezca mentira Sono es capaz de sorprendernos de nuevo, porque cuando todos esperábamos una nueva locura del enfant terrible del cine japonés, nos encontramos con una película totalmente artie, más cercana al cine experimental que otra cosa. Con una factura técnica maravillosa, su impresionante fotografía que más que blanco y negro explora la gama de los grises y la elegante y melódica dirección de Sono que da lugar a momentos visuales muy potentes, todo hay que decirlo, no consiguen evitar que lo austero de su propuesta argumental (menos mal que en el documental me explicaron que trataba sobre la memoria y la exploración de lo que nos hace humanos) me produzca un enorme aburrimiento.
Supongo que este tipo de cine tendrá sus seguidores, pero no es el Sion Sono que a mi me gusta, yo prefiero al macarra y desatado.



Y acabábamos el día en Tramuntana con The Void, y antes de hablar sobre la película un comentario sobre la sala.
Hay que aplaudir que tras las quejas del año pasado se hayan introducido mejoras, las gradas traseras son un enorme acierto que dan una mejor visibilidad y evitan el problema de las taquillas en suelo plano, sin embargo el pequeñísimo tamaño de la pantalla sigue siendo el problema principal, provocando que si estás en un asiento algo alejado de la misma disfrutes de una calidad de imagen inferior a la de muchas televisiones caseras.

Dicho esto, voy a empezar por lo malo, a The Void se le ven unos enormes errores de dirección, un montaje algo caótico y poco atinado y unas actuaciones algo irregulares, peroooo ... a pesar de todo, se aprecia tal amor al género y eligen tan bien sus referencias que no hay más que aplaudir esta propuesta pese a ser fallida en algunos ámbitos.
Una historia con claros tintes lovecraftianos mezclados con un planteamiento propio de un Carpenter clásico y que utiliza esos efectos artesanales sin cortarse en ningún momento en mostrar viscosidades, maquillajes y goma a cámara no puede más que provocar una enorme sonrisa de satisfacción en mi. Creo que partiendo de la base que lo hace podría haber sido una película mucho mejor, pero aún así se agradece un poco de Serie B ochentera con su puntito gore, una de estas la firmaba todos los días vamos.

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