viernes, 29 de septiembre de 2017

San Sebastián Film Festival 2017: Día 7

Suena el despertador, no te relajes en la cama que lo has puesto con el tiempo justo, anoche te volviste a liar un poco escribiendo y te acostaste tarde, ducha rápida, café aún más rápido, ¿dónde tocaba a primera hora?, mierda otra vez que no llego para pillar un buen sitio, bueno y después de esta qué tengo, no sé, luego lo miro, a ver cuanto dura porque la cosa es que estoy cansado, espero que no me entre el sueño, hoy yo creo que me dará tiempo a comer algo, aunque sea de pintxos y zuritos, veremos ...

Siete días así, mañana se acaba, y que pena da joder.
El séptimo y penúltimo día ha comenzado con The Disaster Artist, que trata sobre el rodaje del film de culto trash The Room (reconozco que no la he visto) y su inclasificable creador Tommy Wiseau.
James Franco se ha tomado el proyecto de modo muy personal, no obstante la dirige, produce y protagoniza, y esa entrega se nota en cada fotograma. The Disaster Artist no es solo una comedia sobre la creación de un desastre, si no también una oda de amor al cine repleto de guiños y veladas críticas a la industria cinematográfica. El film consigue no caer nunca en el terreno de la parodia y tratar con respeto al propio Wiseau sin que eso signifique edulcorar a este extraño personaje.
Tras varias películas juntas por fin el equipo James Franco - Seth Rogen - Evan Goldberg logran dar en el blanco, la unión de este grupo que se ha aumentado en los últimos tiempos con el hermano Dave Franco y el amigo común de ambos Zac Efron ha consguido que el film despida camaradería por los cuatro costados y todo fluya de manera natural. La película es tierna, entretenida y terriblemente graciosa, en mi opinión lo más destacado de largo hasta el momento de la sección oficial y la maravillosa actuación de James Franco sin duda se merece la concha de plata por lo visto hasta ahora.


La mañana continuaba con The Florida Project en la sección Perlas. El film habla sobre ese sector de la sociedad estadounidense que bordea el nivel de la pobreza pero sigue sobreviviendo día a día en ínfimas condiciones, white trash, inmigrantes, todos se mezclan en moteles baratos donde intentan seguir adelante. La historia situada en los alrededores de un parque temático de Disney en Orlando para forzar aún más ese enfrentamiento entre el sueño americano y la dura situación actual comienza en un formato de comedia indie en la que un grupo de niños juegan y son felices sin ser conscientes de la realidad en la que viven, es este primer tercio probablemente el más acertado gracias a la naturalidad de los pequeños, sin embargo el film comienza a convertirse en una colección de aventuras de los niños sin demasiado eje conductor así que comienza a girar hacia el drama social y ahí la película comienza a ir cuesta abajo hacia territorios tan comunes como tópicos, la secuencia final con la famosa y polémica grabación dentro de Disney World se queda en una anécdota colada con calzador y mal implementada para dotar de algo de polémica al film y confirmar su derrumbe hasta el subsuelo.


Vuelta a la Sección Oficial a media tarde con Beyond Words cuarta película de Urszula Antoniak y que cuenta la historia de un joven que se encuentra con su padre años después de considerarle muerto. El film explora las dificultades de las relaciones paternofiliales pero sobre todo el papel de los inmigrantes en la Alemania actual y su integración en la sociedad. Beyond Words me apasiona por su potencia visual, Antoniak compone planos absolutamente hipnóticos y maneja la cámara con templanza y parsimonia para lograr una dirección sobresaliente, la fotografía en blanco y negro de Lennert Hillege y su maravilloso juego de luces y sombras terminan de enamorarte, todo a nivel artístico es maravilloso. Sin embargo esa conexión emocional con los aspectos formales del film nunca la logro con sus personajes, excesivamente fríos, con la relación padre e hijo, tremendamente impostada o con la crisis existencial final de su protagonista debido a mi falta de empatía con él. Esto hace que mi sensación final sea contradictoria, no puedo negar lo que he disfrutado del envoltorio pero la falta de alma de su interior me distancia excesivamente de una satisfacción plena. Aún así no me molestaría ni lo más mínimo algún premio para la dirección o fotografía y recomendaría sin dudar esta película para los que disfrutan de este tipo de cine, yo lo he conseguido ... aunque solo sea en parte.


Si el otro día decía con La Cordillera que no funcionaba como película pero sería una serie que me gustaría ver, con La Peste pasa algo similar, con el añadido de que La Peste es una serie, su inclusión en la sección oficial del festival, aunque sea fuera de concurso es algo que escapa de mi entendimiento la verdad, debe ser que tras lo de Twin Peaks en Cannes ahora se va a poner de moda.
Obviando este tema, aunque sea difícil, y analizándola como el producto audiovisual que es, La Peste es la demostración de que Movistar se ha lanzado a lo grande en su intento de ser la HBO española y es que el nivel artístico y de producción es absolutamente brillante, haciendo palidecer a la mayoría de grandes producciones cinematográficas españolas, todo está cuidado con mimo, aquí han metido mucha pasta y la verdad es que luce de lo lindo. A nivel argumental, tras estos dos primeros capítulos puedo decir que deja con ganas de más, evidentemente las tramas son irregulares, me interesa las conspiraciones políticas en las que se ve envuelto Paco León (brillante y sorprendente por cierto), me interesa mucho más la intriga criminal con Pablo Molinero como protagonista, me aburre soberanamente la historia de amor juvenil que parece un poco metido con calzador. 
El trasfondo de la peste y la perfecta recreación de Sevilla en el Siglo XVI hace que la serie en apenas un par de capítulos forme un universo propio dentro de esa ciudad, lleno de intrigas y misterios que me apetece seguir descubriendo, si mantiene el nivel de estos dos primeros capítulos y logra ampliar y consolidar el interés de sus personajes y sus tramas podemos estar ante uno de los grandes pelotazos de la televisión española, habrá que esperar para comprobarlo.


Vamos por partes, tenemos la polémica con la presencia de películas producidas por Netflix para televisión en festivales de cine como el de Cannes, por otra parte tenemos la polémica recurrente sobre los límites del humor con condenas por tuits, denuncias por cartel publicitarios de series y películas incluidas y tenemos una película humorística sobre ETA que Borja Cobeaga llevaba años intentando sacar adelante sin éxito, todo esto confluye con la proyección de Fe de Etarras en San Sebastián con producción de Netflix (aplausos en la sala con su logotipo por cierto). Y después de tanto lío nos encontramos con un pequeño bajón.

Borja Cobeaga ya había demostrado su talento junto a Diego San José al guión, especialmente a la hora de elaborar sketchs para Vaya Semanita todo hay que decirlo que con sus películas siempre han tenido más altibajos (para muestra su exitazo Ocho apellidos vascos) y Fe de Etarras se puede resumir en esa idea, unos cuantos buenos gags, algunos de ellos especialmente brillantes, y poco más. La historia que trata de hilar estos gags es fallida por su simpleza y es que la excusa del piso franco hay un momento en el que ya no da más de si y la interacción de sus cuatro integrantes se acaba haciendo algo cansina, la transición entre chiste y chiste es lenta y hace que la película tenga unos bajones de ritmo tremendos, vamos que si te cuelan esto como cuatro sketchs sueltos de Vaya semanita probablemente funcionaría bastante mejor. Finalmente el humor acaba siendo demasiado blanco y ya puestos a embarcarse en algo como esto creo que haría falta bastante más mala leche. Al final nos queda un producto inocuo y bastante menos divertido de lo esperado.




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