viernes, 20 de octubre de 2017

Blade Runner 2049

Blade Runner 2049

Director: Denis Villeneuve

Actores: Ryan Gosling, Harrison Ford, Jared Leto, Ana de Armas, Robin Wright

Guión: Hampton Fancher, Michael Green

Productores: Bud Yorkin, Andrew A Kosove, Broderick Johnson, Ridley Scott

Montaje: Joe Walker

Fotografía: Roger Deakins

Música: Hans Zimmer, Benjamin Wallfisch

Producción: Warner Bros, Columbia Pictures, Scott Free Productions, Thunderbird Films


Equidistancia es una de las palabras de moda en nuestro país en los últimos tiempos, y tal vez sea este el término más adecuado a la hora de analizar Blade Runner 2049, hacer examen de conciencia y ver si somos capaces de aproximarnos a la película desde su condición de secuela de uno de los films más icónicos de la historia del cine o como una película individual.

En mi caso he de decir que estaba ante una situación complicada ya que la original es una de mis películas favoritas de todos los tiempos, uno de esos pocos 10 rotundos que concedo, pero a la vez era la nueva película de Denis Villeneuve, sin ninguna duda mi director favorito en la actualidad, de quién espero cada proyecto como agua de mayo y que venía de asombrar al mundo cinéfilo con la extraordinaria Arrival que revolucionó el decaído cine de Ciencia Ficción de los últimos tiempos. Por tanto las apuestas estaban altas, el hype estaba por las nubes y el miedo a la decepción acechando en los rincones de mi mente.

Con Blade Runner 2049 nos encontramos con un caso curioso, y es que el film difiere en parte del original pero a la vez es totalmente dependiente de él, ya no solo a nivel argumental, que también, si no a nivel filosófico. Villeneuve explora, profundiza, retuerce, expande y utiliza la mitología creada por Ridley Scott a su antojo. El director canadiense reta al espectador, le incomoda, plantea algunas preguntas que no resuelve o cambia nuestro punto de vista sobre lo que creíamos seguro. 

Blade Runner 2049 olvida el noir de su antecesora para coquetear con el cyberpunk y abrazar todos los aspectos filosóficos que ya existían para llevarlos más allá. Preguntas como qué nos hace humanos, la búsqueda del alma de la máquina o la eterna batalla ciencia vs fe se nos presentan una vez más pero en esta ocasión de maneras que no podíamos imaginar, cambiando los roles preestablecidos a priori.



Entre lo poco que podríamos contar del argumento está que K es un Blade Runner que se dedica a cazar a los replicantes que se han quedado obsoletos y se tienen que retirar. En esa búsqueda no solo acompañaremos a K en su viaje de autoconocimiento, si no que descubriremos una sociedad enferma y decadente.

Ryan Gosling es el perfecto antiheroe, a ratos Pinocho, ese niño que quería ser humano, a ratos Frankenstein, una criatura torturada por su propia naturaleza. K sufre por un amor imposible (su historia de amor con Ana de Armas supera incluso a la de Deckard y Rachel, ahí es nada), fracasa, renace, duda, comprende el valor del sacrificio, ... su arco personal es tan apabullante que se podría analizar durante horas. 

Enfrente tenemos a un Jared Leto que a primera vista puede ser un villano caricaturesco, no tiene trasfondo, y sin embargo eso le hace más efectivo aún. Su presencia es amenazadora precisamente por eso, por el desconocimiento que tenemos de sus motivaciones que sin embargo nos resultan terrorificamente familiares ante los fanatismos actuales, pero sobre todo es el encargado de amenazar al espectador, de hacer que todas sus creencias de este universo se tambaleen. 

Además de la ya mencionada Ana de Armas que no solo realiza la mejor interpretación de su carrera si no que consigue que su pequeño papel sea uno de los que más se vayan a recordar de esta película, destacan Dave Bautista, en una aparición tan breve como acertada y la siempre maravillosa Robin Wright a la que no le hacen falta más que unos pocos minutos para destacar.



La sobresaliente fotografía de Roger Deakins nos introduce en un mundo desolado, adaptando su tonalidad a cada situación, desde la oscura opresión de la ciudad, a la anaranjada aridez y soledad del desierto o los deprimentes grises del orfanato.

A medida que el film avanza los bandos cada vez son más difusos, algunos quieren creer en un milagro, otros que la mano del hombre todo lo puede, la humanidad busca la perfección en las máquinas a la vez que estas anhelan la mortalidad y el libre albedrío de los hombres. Mientras una inteligencia artificial está dispuesta a morir para sentirse más real, un hombre está dispuesto a darlo todo para averiguar el próximo paso en la evolución humana.

Y sin embargo toda esta disertación sobre la humanidad, la fe, la moralidad y las creencias se producen en capas profundas de la acción, la cual a un nivel superficial parece que no es más que la búsqueda de K. Es aquí donde comprendo que mucha gente se desenganche del film, y es que si no te atrapa en esos subniveles puede ser ya no dura de digerir, porque a nivel técnico y visual es sublime, pero si te puede dejar cierta sensación de vacío.



Pero lo que a mi juicio hace que Blade Runner 2049 sea la secuela perfecta es su capacidad para formar un binomio tan complementario como conclusivo, a la vez que sienta las bases para continuar ese universo si así se quisiera o incluso deja la opción de separarla completamente de lo ocurrido en la Blade Runner original.

Sin embargo esa perfección como continuación, la roza pero no la alcanza como película individual (tampoco lo hacía su antecesora, y es parte de su encanto), y es que volvemos a caer en el gran error del cine del S.XXI, esos subrayados explicativos innecesarios, algunos en forma de flashbacks, otros en boca de sus protagonistas. Personalmente es algo que odio y es que quiero que me den las piezas del puzle pero no que me digan como hay que hacerlo.



Blade Runner 2049 no para de sugerirte cosas y sin embargo no quiere solucionarlas, te invita a viajar, pero el destino eres tú mismo y ahí no puede acompañarte nadie. Si decides hacer ese viaje, la experiencia es tan brutal que sales del cine aturdido y ese maravilloso estado de shock te acompaña durante varios días. Si observas la propuesta desde fuera y a nivel superficial probablemente apreciaras su bellísima propuesta formal pero no dejará huella en ti.

Aceptémoslo, Blade Runner 2049 pertenece a esa clase de películas que no admiten la equidistancia, y yo soy de los creyentes, no está de más recordar que hace 25 años su predecesora también fue incomprendida. 
No quería una secuela de Blade Runner, pero si era irremediable, no imagino una manera mejor de hacerlo que con otra obra maestra.

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