viernes, 6 de octubre de 2017

Sitges 2017: Día 1

Llegó la locura, colas interminables, retrasos, carreras de una sede a otra, ríos de gente, quejas, ingesta masiva de cafeína, pero esto es Sitges, bendito caos. Y aunque parecía que el huracán Del Toro se iba a llevar todo por delante, al final ha quedado una primera jornada la mar de apañada y con una nota media muy alta.
Y para empezar lo confieso, me siento incapaz de ser objetivo, en primer lugar por la adoración que siento por Guillermo del Toro, un director que con sus más y sus menos, sus aciertos y sus errores demuestra tal amor por la profesión y pone tanta pasión en cada uno de sus proyectos que no puedo más que admirarle. En estos tiempos de reboots, remakes, precuelas y secuelas es una bendición que existan narradores de historias como Del Toro. Y la segunda razón que impide mi objetividad es el completo y absoluto enamoramiento que siento hacia La forma del agua desde que la he visto, de hecho con el paso de las horas cada vez me gusta más y solo estoy pensando en el momento que se estrene para poder volver a verla otra vez.

Y después de esta declaración de intenciones es difícil hablar de la película claro, y más si os digo que la mejor manera de ver La forma del agua es sin saber nada de ella, solamente que la tenéis que ver si o si. Aún así y sin desvelar nada importante se puede decir que Del Toro firma su mejor película hasta el momento con un cuento con tintes góticos donde el mexicano vuelca su pasión por los monstruos. Uno comienza pensando en la influencia de Frankenstein como el monstruo torturado, pasa por E.T y al final se da cuenta de que la película tiene vida propia. Porque el film es exquisito no solo visualmente si no en la elegante dirección en cada una de sus planos, pasando por distintas fases, del fantástico, al romance e incluso un homenaje al cine clásico y mientras su diseño artístico te acaba enamorando.
Pero si La forma del agua es sobresaliente es porque Del Toro consigue que forma y fonda se unan a la perfección y es que los actores están prácticamente perfectos, desde los secundarios donde Octavia Spencer lo borda y no solo como alivio cómico, Richard Jenkins nos enamora, Michael Shannon compone un villano grandioso y Michael Stuhlbarg se confirma como el mejor secundario del momento en mi opinión. Y aún con tal gran plantel detrás Sally Hawkins es capaz de comerse la película con la enorme sensibilidad del personaje y Doug Jones vuelve a ser capaz de dotar de vida a una criatura bajo capas de maquillaje protésico. Si a eso le sumamos la maravillosa banda sonora de Alexandre Desplat que si bien comienza con demasiadas reminiscencias a Amelie luego muestra multitud de capas.

Y reconozco que la película te pide varios saltos de fe en las que puede haber espectadores que abandonen el barco, pero yo los doy todos, porque desde el principio estoy dentro de ese cuento y ya nada me hace salir hasta las letras de crédito. No me extraña nada el premio en Venecia y raro será que no acabe en los primeros puestos de mis favoritas de este año. Una maravilla que no os podéis perder. 


Y aunque era difícil recuperarse tras semejante impacto había que hacerlo para intentar disfrutar de The Battleship Island: Director's Cut. Ryoo Seung wan vuelve a Sitges tras la magnífica Veteran para ofrecernos un aspecto totalmente distinto de su cine. Battleship Island nos cuenta la ocupación de Corea por parte del imperio japonés durante la II Guerra Mundial y como el imperio japonés esclavizó a cientos de coreanos en la isla minera de Hashima. A partir de este hecho real el film se centra en varias historias personales para humanizar la historia. Si bien la película es inicialmente compleja para el espectador occidental poco conocedor de la historia de Corea, el film es habilidoso a la hora de conseguir explicarlo gracias a las acciones de sus personajes a la vez que nos introduce en el modo de actuar de la sociedad coreana, sin embargo da la impresión de que este Director's Cut, con su prolongada duración ha aprovechado para extender las historias personales de los protagonistas, donde el film abre demasiados frentes provocando una enorme desigualdad entre el interés de los personajes, provocando que ciertas historias como la del gangster o la chica de los tatuajes flojean bastante y lastran el ritmo del film, llegando con cierto cansancio del espectador a un final que por otra parte es absolutamente épico y no desmerece a ninguna gran producción hollywoodiense. Probablemente el recorte en montaje en la versión cinematográfica favorezca bastante a esos pequeños problemas de ritmo de una película de lo más recomendable por otra parte, que demuestra una vez más que el cine surcoreano es garantía casi total de éxito.


Quién iba a decir que mi afición a correr me iba a servir alguna vez en mi afición al cine y es que volando por las calles de Sitges (los retrasos habituales de Auditori es lo que tienen) he conseguido llegar por los pelos a Retiro para ver Tragedy Girls.
El film desde el principio pone sus cartas de cara y se muestra juguetón con los cliches del género de terror apostando por un humor gamberro para criticar la juventud actual y su adicción a las redes sociales. Sin embargo tras su cortina pop y desenfadada acaba cayendo en los estereotipos con los que juega y adolece de carisma en sus protagonistas, punch y mala leche. Lo que intenta ya lo consiguió Scream hace más de 20 años, así que esto suena un poco a ya visto, a pesar de todo la película se deja ver con simpatía y una sonrisa en la boca, pero creo acertar si digo que una semana después poco recordaras de ella. Lo mejor, las breves intervenciones de Josh Hutcherson y Craig Robinson.


Tras la primera ingesta masiva de cafeína, taurina y distintos venenos estimulantes para el cuerpo, tocaba la primera parte de mi díptico de secta satánicas del día con The Endless, de los viejos conocidos Justin Benson y Aaron Moorhead, que ya triunfaron en 2014 en Sitges con la notable Spring. El duo de directores parte de nuevo de una premisa más que imaginativa, la de una pareja de hermanos que tras escapar de una secta hace años deciden volver a visitar la misma. Bajo una historia de amistad y amor fraternal el film va formando un rompecabezas en el que el espectador va viendo las piezas del mismo a la vez que los protagonistas y que sin trampa ni cartón resuelve sus misterios y muestra el puzle final consiguiendo mantener y la intriga del mismo. De nuevo con tintes lovecraftianos y jugueteos de metacine con los anteriores trabajos de los directores, The Endless es una de esas películas fantásticas pequeñas basadas más en las ideas y en el guión que en los medios. Una película con la que hay que tener paciencia pero que premia al espectador que es capaz de seguir su juego. En mi opinión y teniendo en cuenta que entro mucho en este tipo de cine, más que recomendable.


Y para terminar el día Jackals, una nueva entrega sobre sectas demoníacas, pero bajo un prisma muy diferente, en esta ocasión el film cuenta la historia de Justin, un joven perteneciente a una secta satánica al que su propia familia decide secuestrar para revertir el lavado de cerebro al que ha sido sometido. Si bien el film contiene ideas interesantes como la descripción de como una familia desestructurada puede influir el que un joven caiga en las redes de este tipo de organizaciones, pronto gira hacia un home invasion más habitual pero destacable igualmente por la habilidad para mantener la tensión y la potencia de su iconografía de enorme potencia visual, sin embargo todas estas características apreciables se pierden en su tercio final con un deus ex machina absolutamente ridículo y una resolución final tan bochornosa que han provocado un incómodo silencio en el Retiro mientras todos nos retirábamos alucinando (y no en el buen sentido) con lo visto. Una pena destrozar así en los últimos minutos una película que aunque tampoco destacaba si llegaba al aprobado.


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