miércoles, 31 de enero de 2018

Sin amor

Sin amor. Título original: Nelyubov

Director: Andrey Zvyagintsev

Actores: Maryana Spivak, Aleksey Rozin, Matvey Novikov

Guión: Oleg Negin, Andrey Zvyagintsev

Productores: Paskal Kocheto, Gleb Fetisov, Sergey Melkumov, Olivier Pere, Alexander Rodnyansky

Montaje: Anna Mass

Fotografía: Mikhail Krichman

Música: Evgeniy Galperin, Sasha Galperin

Producción: Non Stop Productions, Fetisoff Illusion, Why Not Productions, Senator Film Produktion, Les Films du Fleuve, Arte France Cinema


En uno de los momentos más importantes de Nelyubov, un personaje le dice a nuestra protagonista, "Sin amor no se puede vivir" y esto es lo que parece querer gritarle Andrey Zvyagintsev a su audiencia, cuando nos muestra el peligro de convertirnos en una sociedad egoísta y sin capacidad de empatía.

Y es que Sin amor se puede ver como la historia de una pareja rota y su incapacidad para ser padres, también como un reflejo de la sociedad rusa víctima de un régimen político más preocupado de la política exterior que de sus ciudadanos, pero al final acaba siendo una historia universal de la deriva de la sociedad actual y es quizás por esto último que te acaba tocando tan dentro.

Boris y Zhenya son una pareja en trámites de divorcio, tan preocupados por vender su casa y rehacer sus vidas que su hijo Alyosha no es más que una carga para ellos, sin embargo cuando el niño desaparece ambos deberán unir fuerzas para buscarle.



Nuetros protagonistas son las dos caras de una misma moneda, Boris es la imagen de la Rusia más tradicional mientras que Zhenya representa a una sociedad más moderna y sin embargo a ambos le unen su incapacidad de conectar con el mundo que les rodea. Él (acertadísimo Aleksey Rozin en un papel que pide la máxima contención) atento a cumplir todas las convenciones sociales en su trabajo pero mal compañero una vez superadas las apariencias, ella (absolutamente espectacular Maryana Spivak) más pendiente de su teléfono móvil y de subir su vida a las redes sociales que de vivirla por sí misma. Andrey Zvyagintsev no juzga a sus personajes, los observa, y deja que se definan por su modo de actuar, ella egoísta y superficial, él simple y falto de carácter. 

La escena que mejor les representa es cuando mantienen relaciones sexuales con sus respectivas nuevas parejas, a oscuras y de manera tradicional el uno, desinhibida y de manera impetuosa la otra, Boris intentando convencer a su nuevo novia de que no volverá a cometer los errores del pasado sin demasiados argumentos, Zhenya intentando abrir su corazón sin darse cuenta que su pareja no le corresponde de igual manera, porque solo se escucha a sí misma. Solo el golpe de la pérdida de su hijo les hace reaccionar.

El film transcurre de Otoño a Invierno y a la vez que el tiempo recrudece, el corazón del espectador se va congelando cada vez más y más, algo de lo que se ocupa la esplendida fotografía de Krichman que se recrea en esos parajes cada vez más fríos y desolados al igual que nuestra pareja protagonista. Acompañados de la vibrante música de Evgeni Galperín nos embarcamos en la tensa y a la vez deprimente búsqueda de Alyosha (increíble lo que consigue el pequeño Matvey Novikov) acompañados de un equipo de rescate que supone el único halo de esperanza que el film nos permite, la imagen de que aún hay posibilidad de ayudar a los demás cuando trabajamos juntos y de manera desinteresada.



A Andrey Zvyagnitsev no le hace falta ningún tipo de artificio para tocar al espectador en lo más profundo, consiguiendo que la belleza de sus imágenes sean las principales narradoras de una historia tan real como desgarradora, que hace que no puedas evitar mirar dentro de ti mismo y ver con disgusto que quizás los personajes de la pantalla tal vez no sean tan ficticios.

Sin amor es una película tan bella como exigente, te deja maravillado de un extraño modo, con una sensación dolorosa pero que sabes necesaria. Una obra maestra que nos confirma a Zvyagintsev como uno de los grandes directores de los últimos años.

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