lunes, 1 de octubre de 2018

El Reino

El Reino

Director: Rodrigo Sorogoyen

Actores: Antonio de la Torre, José María Pou, Mónica López, Nacho Fresneda, Ana Wagener, Barbara Lennie, Luis Zahera

Guión: Rodrigo Sorogoyen, Isabel Peña

Productores: Mikel Lejarza, Gerardo Herrero, Stephane Sorlat, Mercedes Gamero, Mariela Besuievsky

Montaje: Alberto del Campo

Fotografía: Alejandro de Pablo

Música: Olivier Arson

Producción: Tornasol Films, Atresmedia Cine



Rodrigo Sorogoyen y Antonio de la Torre recalcaban con insistencia en la Rueda de Prensa de presentación de la película en San Sebastián que no querían hacer una película sobre un partido en concreto si no sobre la corrupción en general y de hecho el film no nos da ningún contexto, hay mucha playa si, también hay un AVE, pero no se nombra ni región ni partido político. Y lo cierto es que da igual, porque tenemos tan presente la corrupción en la clase política española que ni nos hace falta.

El Reino muestra tan solo a un peón que aspira a ser Rey, pero que en un momento dado es sacrificado por su partido cuando sale a la luz un caso de corrupción. Y a través de una historia particular consigue darnos una visión del estado general de nuestra sociedad.

Sorogoyen desde un primer momento pone las cartas sobre la mesa con un plano secuencia inicial a lo Scorsese hasta llevarnos a una reunión donde se alardea e incluso bromea sin pudor sobre los robos y fechorías de los participantes en la misma, pero no son gangsters los que lo hacen, si no nuestros representantes políticos.

Así el film deja claro que nuestro protagonista es un ser despreciable, sin embargo también se pregunta como ha llegado a serlo, y a medida que su lucha contra el aparato del partido avanza consigue que empecemos a empatizar con él, porque en el fondo, como ya dijo De la Torre volviendo al tono Scorsesiano (toma ya), Manuel López Vidal es uno de los nuestros.




Uno de los mayores méritos de El Reino es el de aunar el thriller más trepidante y la radiografía de la clase política española, para lo primero Sorogoyen "cuelga" la cámara del hombro de un De la Torre omnipresente y esa cercanía a la continua huida hacia delante del político unido a la agobiante y eficaz banda sonora de Olivier Arson consigue crear una sensación de angustia casi permanente en el espectador.

Al otro lado de la balanza está el pulidísimo guión de Isabel Peña y el propio Sorogoyen donde ningún instante sobra y hasta el detalle a priori más insignificante tiene su importancia como ese cliente del bar que se aprovecha de un error con el cambio y nos demuestra que a diferentes escalas no estamos tan lejos de la corrupción como nos gustaría creer. 
Pero si el film funciona de la manera que lo haces es gracias a uno de los repartos más completos y acertados de los últimos años, evidentemente Antonio de la Torre se va a llevar todas las portadas y probablemente muchos premios, pero es que todos aportan, Ana Wagener está inconmensurable como esa secretaria general tan odiosa como real que intenta salvar el partido ante todo y sobre todo, José María Pou es el perfecto cacique, amenazante o conciliador según la situación lo requiera (que este hombre no se hinche a trabajar es uno de los grandes misterios del cine español), Barbara Lennie borda los pocos minutos que goza de pantalla con su espectacular clímax final, y se podría seguir y seguir, pero con Luis Zahera hay que hacer un aparte especial, y es que el gallego es el robaplanos del film, el que consigue que la película respire entre tanta tensión provocando las carcajadas con cada aparición hasta llegar a la apoteósica escena del balcón, donde junto a De la Torre se meriendan la película.


El Reino sin duda es una de las películas españolas del año, que entretiene tanto como cabrea, que denuncia a la vez que trata de comprender, que tiene tanta verdad que nos llega a incomodar y sobre todo que demuestra el enorme talento de los cineastas y artistas de nuestro industria, una reivindicación del enorme momento que vive nuestro cine. Ojalá le vaya tan bien en taquilla como se merece porque películas así, tan necesarias como disfrutables, nunca deberían faltar.

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