viernes, 6 de septiembre de 2019

Quién a hierro mata

Quién a hierro mata

Director: Paco Plaza

Actores: Luis Tosar, Enric Auquer, Xan Cejudo, María Vázquez, Ismael Martínez

Guión: Jorge Guerricaechevarría, Juan Galiñanes

Productores: Mercedes Gamero, Mikel Lejarza, Emma Lustres, Borja Pena

Montaje: David Gallart

Fotografía: Pablo Rosso

Música: Maika Makovski

Producción: Atresmedia, Playtime, Sony Pictures, Vaca Films


Tras un potentísimo último plano, fundido a negro y fin de Quién a hierro mata, y yo soy incapaz de levantarme de la butaca. He estado hora y media en tensión, gozando visualmente, artísticamente, intelectualmente, pero sufriendo emocionalmente, y para acabar ese plano, joder Paco esto no se hace, estoy destrozado.

Y pasan los días y uno quiere ordenar sus ideas, las motivaciones de aquel personaje, las decisiones de este otro que llevaron a esta situación, las consecuencias de esa acción que repercutieron sobre los hechos posteriores, y cuando más lo intentas reflexionar más te das cuenta de la grandeza de la obra.

No es demasiado complicado encontrar las conexiones con otros productos, ya sea a nivel argumental con la serie y libro Fariña, a nivel estilístico con otros thrillers patrios recientes como Tarde para la ira o Que Dios nos perdone o a nivel referencial con los thrillers surcoreanos que estos films reverencian en mayor o menor medida y sin embargo Quién a hierro mata logra mantener desde un principio una personalidad propia muy marcada.


Si, hemos visto múltiples historias de venganza, si, nos hemos sumergido en el mundo de la droga en innumerables ocasiones, pero la historia de venganza de Mario y la familia Padin se siente tan real que no se puede comparar a ningún otra. Y esto se debe entre muchas otras cosas a un guión de Jorge Guerricaechevarría y Juan Galiñanes calculado al milímetro, que se toma el tiempo necesario para presentarnos la acción y sus personajes, que le da tanta importancia al día a día del protagonista en su puesto de trabajo como a las tramas mafiosas y que deja tal sensación de autenticidad que no le puedo reprochar nada, hasta las evidentes reiteraciones en los flashbacks del protagonista me parece que cumplen su función y sirven para introducirme en su estado obsesivo.

A esta historia tan potente hay que unirle un elenco en estado de gracia, con Luis Tosar sublime, obsesivo, peligroso, dolorosamente débil en sus impulsos, con Enric Auquer desatado robando la escena a quién ose cruzarse con él en un exuberante despliegue de personalidad, con Xan Cejudo sibilino pero contundente o con unos Ismael Martínez y María Vázquez que a primera vista parece que lucen menos pero con una enorme progresión dramática a medida que avanza el metraje y que tal vez se identifica más una vez reposado el film.

Y con todos estos ingredientes de primera calidad, Paco Plaza hace lo que mejor se puede hacer en estas ocasiones, los disfruta, los paladea, a ratos potenciando la narración, otras dejando que simplemente la cámara observe la magia de sus interpretes, en muchas ocasiones regalándonos planos tan bellos como truculentos, dejándonos claro que estamos ante un director que ya es mucho más que un maestro del terror, que ha llegado a una madurez en la que parece capaz de llevar a buen puerto cualquier proyecto que se le ponga por delante sin importar el género.


Y a pesar de que uno intente analizar todos los apartados por separado lo que queda es esa sensación aplastante de haber visto algo grande, de haber sufrido, de haber reflexionado, de llevar dándole vueltas a la película desde que la he visto, "como hubiera actuado yo, que pasaría si hubiera hecho aquello, porque ese personaje no hizo esto, y si hubiera ..." y entre todo esto una y otra vez vuelve a mi cabeza esos últimos segundos, ese último plano tan lleno de belleza como de significado, que hace que tenga que volver a repensar la película de nuevo, a reflexionarlo todo otra vez. Joder Paco esto no se hace, o mejor si, hazlo muchas veces más.

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