domingo, 29 de agosto de 2021

Candyman

 

Candyman poster
Candyman

Directora: Nia DaCosta

Actores: Yahya Abdul Mateen II, Teyonah Parris, Nathan Stewart Jarret, Colman Domingo, Michael Hargrove

Guion: Jordan Peele, Win Rosenfeld, Nia DaCosta

Productores: Ian Cooper, Jordan Peele, Win Rosenfeld

Montaje: Catrin Hedstrom

Fotografía: John Guleserian

Música: Robert Aiki Aubrey Lowe

Producción: Universal Pictures, Metro Goldwin Mayer, BRON Studios, Monkeypaw Productions, Creative Wealth Media Finance



Confieso mi apatía inicial ante el anuncio del ¿remake, reboot, secuela? de Candyman, probablemente porque más allá de la mítica y de culto original del 92 sus posteriores entregas habían mostrado lo peor de la secuelitis habitual de cualquier éxito del cine de terror.

Y probablemente eso sea lo peor que se le puede achacar a esta secuela, nuestros propios prejuicios, porque nos encontramos ante una de los mejores ejemplos sobre como renovar una franquicia a la vez que se mantiene fiel y honra a sus orígenes.

Un artista en pleno bloqueo creativo que se acaba de mudar junto a su novia a un moderno apartamento construido en un antiguo gueto comienza a obsesionarse con las oscuras leyendas que existen sobre el barrio hasta convertirlo en su próximo proyecto artístico.

Candyman Yahya Abdul Mateen II

Desde el primer minuto la dirección de Nia DaCosta plagada de estimulantes juegos de ángulos y reflejos y el guion coescrito por Jordan Peele se esfuerza por mostrarnos que nos encontramos no solo ante una nueva historia si no en un momento diferente, evidentemente todo lo sucedido en los últimos años con la comunidad negra en EEUU con movimiento Black Lives Matter incluido tiene su reflejo en un film que no tiene ningún miedo de cargar el peso de la acción sobre un elemento social que ya sobrevolaba en la original y aquí pasa a ser protagonista.

Es de agradecer el soplo de aire fresco que supone para la franquicia explorar temas como la gentrificación o convertir la obsesión con el asesino del garfio en una exploración de la degradación física y mental de su protagonista con una colección de imágenes siniestras e inquietantes que buscan un malestar constante en el espectador con explosiones contenidas de violencia que sin embargo no renuncian a la belleza visual que su creadora impone en todo el film, ya sea a través de sus elegantes flashbacks y explicaciones a través de juegos de marionetas y sombras o por la creación de un ambiente insano donde lo sobrenatural y la denuncia social no paran de darse la mano.

Guiados por un sobresaliente Yahya Abdul Mateen II con un papel que le debería permitir dar el siguiente paso hacia personajes más importantes, el film va introduciendo poco a poco conexiones para descubrirse como una secuela directa del film de 1992 y explorar una idea de colectividad que ya se presentaba entonces pero que explota en un clímax final que apuesta por un body horror más impactante si cabe tras la contención anterior.

Candyman

Candyman se revela como un ejemplo perfecto de como realizar una secuela, reinventando la franquicia y consiguiendo unir la reverencia al original con un enfoque fresco y novedoso, cargada de ingenio, ideas y relevancia social.

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