jueves, 27 de febrero de 2020

Solo nos queda bailar

Solo nos queda bailar. Título original: And then we danced

Director: Levan Akin

Actores: Levan Gelbakhiani, Bachi Valishvili, Ana Javakishvili, Kakha Gogidze, Giorgi Tsereteli

Guión: Levan Akin

Productores: Ketie Danelia, Mathilde Dedye, Julién Feret, Mattias Johansson Skoglund

Montaje: Levan Akin, Simon Carlgren

Fotografía: Lisabi Fridell

Música:

Producción: French Quarter Film, Takes Film


Deberíamos hablar largo y tendido sobre la importancia de que exista una película como Solo nos queda bailar y es que solo hay que ver las manifestaciones religiosas y de ultraderecha para impedir el estreno del film, o simplemente saber que Levan Akin, director sueco, decidió realizar el film cuando leyó la noticia de los violentos ataques homófobos en Georgia a los participantes en la primera marcha del orgullo gay en el país ex soviético en 2013. 

Pero tampoco debemos perder de vista que más allá de su importancia como símbolo en la lucha por la visibilidad y los derechos LGTBI también nos encontramos con una película notable en sus aspectos puramente cinematográficos.

Merab es un joven bailarín que practica día y noche tratando de ascender en la compañía nacional de danza tradicional de Georgia pero la llegada de Irakli, un nuevo compañero, supone en principio una amenaza para su futuro en la compañía y más tarde una oportunidad de encontrar el amor y descubrirse a sí mismo.


Solo nos queda bailar es el retrato de un país anclado en su pasado soviético y sin un futuro claro al que aspirar. Así todo el entorno de Merab está lleno de desesperanza, desde los adultos como su madre y su abuela cuya única aspiración es tener electricidad y comida una semana más o un padre que se siente fracasado y avergonzado, pasando por una juventud que no ve otro futuro más allá que huir del país o plegarse a la realidad de ser "otro georgiano borracho y con barriga viviendo de su suegro".

Levan Akin sabe combinar la triple pista en la que sitúa la acción, filmando con fuerza pero exquisita elegancia las escenas de danza, dotando de un bello y melancólico romanticismo a la historia de amor de Merab e Irakli, y sin miedo a meterse en el fango para retratar la dureza de la vida del colectivo LGTBI o la depresión que recorre todo el país.

Y es que si el film tiene esa sensación de autenticidad durante todo su metraje es porque todo lo que aparece en pantalla está lleno de verdad, tanto es así que mientras el director investigaba para el film decidió incluir en el rodaje a prostitutas y transexuales que iba conociendo para dotar de mayor veracidad el tramo en el que Merab conoce el ambiente gay de Tiflis. Sorprende la sobresaliente interpretación de un novel Levan Gelbakhiani llena de matices, fuerza y sensibilidad, bailarín de profesión, que confesó haber tenido dudas a la hora de aceptar el papel y que sin embargo decidió hacerlo por la importancia del mensaje, algo que sin duda se nota en su entrega por el personaje.

Pero sobre todo And then we danced es un viaje de auto descubrimiento de su protagonista: a través de la danza, el amor y la dura realidad social de su país, Merab busca su lugar en un mundo que le es hostil.


Solo nos queda bailar es un firme alegato hacia la importancia de luchar por nuestros derechos, por la libertad, por derrocar viejas tradiciones y costumbres absolutamente obsoletas y anti democráticas. Es un grito de protesta, pero también una demostración de fuerza. Es Merab levantándose y mirando desafiante a su maestro para decir, éste soy yo. 

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